Además del tipo de estufa, hay que tener en cuenta una serie de parámetros a la hora de elegir el modelo.
Las estufas requieren una salida de humos a la cubierta (tejado), como se indica en el RITE (Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios). Es normal instalar la salida de humos con una T registrable, respetar las medidas y el número de codos máximos permitidos por el fabricante, así como una ventilación normal del local donde se instala la estufa, ya que algunas se pueden parar por falta de aire para la combustión.
Para calcular la potencia necesaria para calentar un determinado espacio, teniendo en cuenta los rendimientos del 80-90%, y de modo orientativo, será necesario estimar 1 kW por cada 10 m² para casas mal aisladas y 0,7 kW por cada 10 m² para las de aislamiento bueno, siempre que sean alturas normales. Si se supera la potencia adecuada, aumenta más de lo necesario el consumo de biocombustible; y quedarse corto obligaría a trabajar a máxima capacidad durante periodos excesivos.
En principio, la mayoría de estas estufas están programadas para quemar pellets, pero algunos modelos permiten y dan garantía para el uso de otros biocombustibles como cáscara de frutos secos, hueso de aceituna, etc.
Las estufas hay que limpiarlas a menudo, aunque sólo se requiere cinco minutos. Debe hacerse semanalmente para retirar las cenizas y limpiar el cristal.
Las estufas de pellets, que pueden sustituir viejas calderas contaminantes y caros sistemas de calefacción, requieren una inversión mucho menor que montar una caldera.
Ante la variabilidad y altos precios del gasoil, el gas o la electricidad, los biocombustibles ofrecen estabilidad y bajos precios. Incluso cuando más barato ha estado el petróleo, calentarse con pellets seguía siendo más económico que hacerlo con gasoil o gas, que cuando bajan, no lo hacen proporcionalmente, y cuando suben, su precio se dispara.