Las calderas de biomasa funcionan igual que cualquier otra caldera: queman el biocombustible generando una llama que entra en la caldera. El calor generado durante esta combustión es transmitido al circuito de agua en el intercambiador incorporado en la caldera, con lo que se obtiene agua caliente para el sistema de calefacción o ACS (agua caliente sanitaria). En la mayoría de los casos se puede instalar un acumulador, que almacenará el calor para suministrarlo de forma instantánea.
Las calderas de biomasa necesitan un contenedor o silo para el almacenaje del biocombustible situado próximo a la caldera. Desde este silo, un alimentador de tornillo sinfín o de succión conducirá el biocombustible a la caldera, donde se realiza la combustión. La combustión de los biocombustibles produce ceniza, que se recoge automáticamente en un cenicero que debe vaciarse varias veces al año.
Las calderas de biomasa pueden clasificarse atendiendo al tipo de combustible que admiten y a la clase de tecnología que utilizan.
Según el tipo de combustible
• Calderas pellets.
Suelen ser pequeñas y altamente eficientes. Destaca su compacidad debido a la estabilidad del pellet, y en algunos casos pueden utilizar otros biocombustibles con características similares siempre que el fabricante lo garantice. Suelen fabricarse para potencia media y baja.
• Calderas de biomasa policombustibles.
Admiten varios tipos de combustible, incluso cambiando de unos a otros de manera rápida y eficiente, como por ejemplo pellets y astillas. Suelen fabricarse para potencia media o alta.
En función de su tecnología:
• Calderas convencionales adaptadas para biomasa.
Suelen ser antiguas calderas de carbón adaptadas para poder ser utilizadas con biomasa o de gasóleo con un quemador de biomasa. Aunque resultan baratas, su eficiencia es reducida, situándose en torno al 75-85%. Suelen ser semi-automáticas ya que, al no estar diseñadas específicamente para biomasa no disponen de sistemas específicos de mantenimiento y limpieza.
• Calderas estándar de biomasa.
Diseñadas específicamente para un biocombustible determinado (pellets, astillas, leña,...), alcanzan rendimientos de hasta un 92%. Generalmente se trata de calderas automáticas ya que disponen de sistemas automáticos de alimentación del combustible, de limpieza del intercambiador de calor y de extracción de las cenizas.
• Calderas mixtas.
Las calderas mixtas permiten el uso alternativo de dos combustibles, haciendo posible el cambio de uno a otro si las condiciones económicas o de suministro de uno de los combustibles así lo aconsejan. Necesitan un almacenamiento y un sistema de alimentación de la caldera para cada combustible, por lo que el coste de inversión es mayor que para otras tecnologías. Su rendimiento es alto, cercano al 92%, y son calderas totalmente automáticas.
• Calderas de pellets a condensación.
Pequeñas, automáticas y para uso exclusivo de pellets, estas calderas recuperan el calor latente de condensación contenido en el combustible bajando progresivamente la temperatura de los gases hasta que se condensa el vapor de agua en el intercambiador. Se logra un rendimiento de hasta el 103%.
Las instalaciones de calderas cuya potencia sume más de 70kw deben tener en cuenta las consideraciones para una sala de calderas del RITE (Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios) y para instalaciones de menos de 70 kW se debe considerar las indicaciones del fabricante e instalador. Por otro lado, recordar que la instalación de calderas de biomasa de tipo atmosférico, es decir, en las que el hogar o cámara de combustión se encuentra a presión ambiente, que son la mayoría, está permitida en base al propio RITE y al Real Decreto 1027/2007.
Elaboración propia. Fuente IDAE, AEBIOM, CALORYFRIO